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viernes, febrero 29

La Catedral del Mar


Caminaba con cierta intranquilidad, necesitaba parar ese leve cosquilleo que en ocasiones proviene del malestar. Caminar de puntillas sin querer rozar lo que me rodea, por miedo, por protección a que algo que llegue a tocarme y rompa un frágil equilibrio que me sustenta. Aunque tal vez solo sea eso, miedo.

Recordé.... la imagen de la soledad de sus bancos. Caminé en su busqueda. Sus luces estrelladas en la neblina de una noche húmeda insistian en guiarme por el camino tantas veces recorrido. Puede que solo sea una imaginación mia.

A penas podía ascender hacia la puerta. Una maestra y sus alumnos, el velado intento para que se adentrasen en la.. historia, belleza, paz? Me inmiscullo en sus conversaciones mientras me abro paso con timidez. Una niña me mira, le sonrío con miedo.

Me adentré en su leve oscuridad.

Reposando en el veteado suelo, corretean destellos ahogados en sombras rojizas. Por los brazos de las sombras, ascienden firmes columnas de luz que se estrellan en una bóveda sustentada por el talento de un maestro del gótico.

El silencio adopta forma de un leve murmullo, pasos lentos que lo rompen. Mi mirada se pierde en busca de tranqulidad y cierro los ojos.

Respiración pausada.

La agria sensación de un escalofrio en la piel. Mis ojos se degarran. El beso de la soledad. Lágrimas azules. La oscuridad destiñe y comienza a resurgir un tímido brillo. Siempre vuelve. Suficiente para de nuevo caminar.

Me reconozco adicto a Santa María del Mar.

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