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domingo, julio 6

Dos mujeres... conduciendo descalzas



Berta se descalzó para conducir. Era ya muy tarde. Había estado con su novio en la boda de unos amigos y todos dormían en el coche, menos Alan que tan solo cerró los ojos recostado en el asiento de atrás.

El coche se deslizaba por la noche, sereno, despacio. A penas los destellos de las luces con las que se cruzaban iluminaban el interior del habitáculo. El silencio se había convertido en una metáfora en la que tan solo ronroneaba el sonido pausado el motor y el tintineo de una cadenita de plata cuando su mano de acercaba al cambio.

Ella cada poco acercaba su mano a a la mejilla de su novio dormido en el asiento de al lado y lo acariciaba con ternura, guardando la noche y el descanso. Alan desde el asiento de atrás, los observaba y le admiraban aquellos gestos de cariño, llegó a sentir una cierta envidia y decidió cerrrar sus ojos de nuevo para esta vez... recordar y pensar...

Alan tenía una relación con una mujer a la que amaba con locura, una locura acunada por la sensatez de las decisiones que desde hacía algún tiempo venía tomando en su vida... pero desde hacía algún tiempo se veían poco y a veces de forma muy atropellada. Era generoso con sus sentimientos y tal vez demasiado entregado a ellos. No le importaba si esa actitud provocaba admiración o miedo en los demás, él necesitaba vivir así... llegando incluso a sentir como un impulso irrefrenable con esa forma de expresarse.

Se acurruco y reposó la cabeza en el cristal de la ventanilla. La luz de las farolas esparcía en la oscuridad los recuerdos. Cerró sus ojos para acunarlos, para tocarlos... para besar los labios de Lia, su novia. Cuando logró hacerlo en un fugaz pensamiento, un torrente de lágrimas se deslizó por sus mejillas... la echaba mucho de menos.

Recordaba en un sueño dias atrás, como ella se las secaba.. como se acercaba y de nuevo le daba su mano como tantas veces había hecho. Las últimas veces que se había visto, Alan no le comentaba aquellos sueños, aquel optimismo que sin saber muy bien porque se avivaba de nuevo en su interior, temía ser espontaneo en sus expresiones.... tal vez por miedo a un nuevo silencio... a que el paso del tiempo tras el que Lia se cobijaba con sus escasas fuerzas aún fuese esa defensa inconsciente que la protegía. Días atrás Lia había decidido conducir su vida también descalza, sintiendo bajo sus pies el frío y el calor de la arena...

- Alan, me he perdido....

Berta había parado el coche en el arcén y miraba por el espejo retrovisor escudriñando una respuesta en Alan... y este sonrió, se sentía bien en el asiento de atrás de un coche conducido por una mujer descalza.

- ¿Te hace gracia que me haya perdido?


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