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sábado, abril 12

El tatuaje de un atardecer



Era un atardecer de esos en lo que la calidez del sol se hace la remolona para abandonar las caricias sobre la piel.

La brisa .... se embriagaba de la calidez y la extendia por su rostro, ella insistia una y otra vez en acariciar con sus parpados aquellos ojos marrones tan inmensos. Sus manos jugueteaban con la arena mientras el ruido de unas risas ajenas se ahogaban con el ronroneo del mar. Su cuerpo por fin pudo erguirse y despertar al dia que fugazmente tocaba sus últimos acordes.

El sonido de un saxofonista en el paseo que la circundaba llegaba a sus oidos como parte de la embriagadora brisa. Sus labios enmudecidos por la tristeza de aquel recuerdo que horadaba su corazón, sin pausa... durante toda la tarde la había acompañado. Su cabello apenas visible por aquel trozo de tela pirata que la sumergía en una extraña belleza. Él, ajeno al mundo que la rodeaba.... comenzó a acariciar la piel de su espalda. Sus manos pequeñas y frías lograron adentrarse en el minúsculo pudor que cubría el deseo, mientras las manos de ella rebuscaban en la arena torpemente en busca del recuerdo de alguna sensación ya vivida.

Unos labios sin apenas grietas de amor, comenzaron a humedecer los pliegues de su piel. De repente ella abró sus ojos al día que se iba y comprendió que el recuerdo que buscaba no estaba en aquella arena, que aquel saxofonista era como el tic tac del reloj atrasado de su pequeño apartamento, que aquel no era su atardecer. Su vida ya no estaba allí, una vida que se estaba escribiendo en un libro distinto al que ella manoseaba con inquietud, sensaciones robadas al tiempo, caricias ajenas y anónimas. Desde aquella tarde decidió que solo la soledad podía dar cabida a sus recuerdos.

La camarera ajena a mis pensamientos me espetó un solemne ¿eres de aquí? Intentaba acabar mi cerveza. Aquella noche no llegue a saber si ella tal vez pudo vivir una historia similar a la mujer de la playa, pero lo cierto es que aquel atardecer se extendió sobre su piel como el recuerdo que nunca he podido olvidar.



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